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DAR EJEMPLO

«Los niños suelen imitar lo que los adultos hacen, así que, si ven a los mayores leyendo, en algún momento harán lo mismo», apuntaban. Cuando se intenta conseguir que los niños lean, no hay que centrarse solo en ellos. Los adultos que los rodean tienen que ser también lectores y tienen que conversar con ellos sobre libros.

TENER UN LIBRO SIEMPRE A MANO

Esto es especialmente importante, señalan, en momentos como el verano, cuando es mucho más habitual que los niños se enfrenten a ‘tiempos muertos’ en los que no saben qué hacer. Es el momento del ‘me aburro’. La solución puede ser leer.

LLEVAR LIBROS TEMÁTICOS

Asociar las potenciales lecturas a lo que se está haciendo o los lugares que se visitan puede conseguir aumentar el interés que los libros despiertan. «Llevar, por ejemplo, un libro donde se hable de osos, montañas, ríos y fogatas permitirá que los niños se sientan más involucrados e identificados con lo que leen», ponían como ejemplo desde la organización partiendo de una hipotética situación en la que se fuese de campamento.

INCENTIVAR EL APRENDIZAJE DE PALABRAS NUEVAS

Un elemento transversal que va más allá de los libros y de las lecturas: intentar aumentar las palabras que conocen los niños con diferentes actividades y acciones ayuda a mejorar su léxico y su ortografía.

LEER EN VOZ ALTA

Que los niños lean en voz alta mejora sus destrezas lectoras, pero también ayuda con el pensamiento crítico, la creatividad, la atención y, por supuesto, la curiosidad por la palabra escrita.

DEJAR QUE EXPLOREN LOS LIBROS

«Cuando se está tratando de mantener un hábito entre los pequeños es importante que cada uno vaya a su ritmo», apuntan, «que además de elegir el libro de preferencia, puedan explorar a su gusto y de manera desorganizada su contenido». Si se quiere que lean hay que dejarles que se relacionen libremente con los libros.